De algo está seguro: No podrá amarla como yo la amaba, no
podrá adorarla de esa manera, no sabrá apreciar todos sus dulces movimientos,
esos gestos de su rostro. Es como si sólo a él se le hubiera concebido ver,
conocer el auténtico sabor de sus besos, el color real de sus ojos. Jamás
ningún hombre podrá ver lo que yo he visto. Y él menos que ninguno. Él, real,
crudo, inútil, material… Lo imagina así, incapaz de amarla, deseoso tan sólo de
su cuerpo, incapaz de verla de verdad, de entenderla, de respetarla. Él no se
divertirá con sus dulces caprichos. Él no amará tampoco sus pequeñas manos, sus
uñas mordidas, sus pies gordezuelos, ese pequeño lunar escondido, al menos no
tanto como para que no lo encuentren. Tal vez lo verá, sí, qué terrible
sufrimiento, pero no será capaz de amarlo.
sábado, 6 de julio de 2013
No podrá amarla como ya la amaba.- A tres metros sobre el cielo, Federico Moccia
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