Ella, cuando sonríe, se apagan las luces que iluminan las calles con tanta admiración que enmudece el aire. No se da cuenta que su caminar produce danzas que ni los más inspirados bailarines de París. Cuando pestañea, las mariposas la envidian por su bello aleteo de parpados.
Ella, cuando habla, ni la canción más dulce, ni el rock más duro, pueden igualar su textura y carisma. Cuando suspira, el mar enmudece para dejar paso a un sonido tan puro como el de sus olas rotas.
Ella, no se da cuenta, pero su sonrisa la tengo tatuada en el interior de mis parpados, su tacto es mi crema y el sonido de su risa es la melodía de mi vida.
miércoles, 14 de agosto de 2013
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