Como siempre que las cosas no van bien, decido escribir, y
llevaba mucho tiempo sin hacerlo con el corazón destrozado; por esta razón,
pido perdón por el exceso de sinceridad y por el filtro de lágrimas que
derramaré mientras escribo.
Unos días pienso que estoy bien, que no pasa nada por no
tenerte, por no contarte mis días… Al día siguiente, o a las dos horas, lloro;
me doy cuenta que no estoy bien, que odio no tenerte, y que te necesito en mi
día a día. Y esto es una montaña rusa que no para, no hay pausa ni para el
maquinista, ni para los pasajeros de esta cruel atracción. Ya no me entiendo, y tampoco te entiendo.
Le habíamos puesto tantas ganas para que la máquina girase
dulcemente, que no es fácil hacerla parar de golpe.
¿Y qué opinas de los recuerdos? Cada día es uno nuevo, y ya
no tengo lágrimas para intentar borrarlos y curar la herida con la sal…
Creo tener claro algo, y es que te quiero. Que quiero
compartir contigo mis días, quiero despertarme con tus besos en la espalda,
quiero hacer planes y hacer cosas improvisadas, quiero sorpresas y
sorprenderte, quiero sentirme guapa cuando me veas, y verme reflejada en tu
sonrisa, quiero que me comas con los ojos pero que me abraces con el corazón,
quiero verte reír conmigo, y que no llores nunca más por mí. Te quiero a ti.
También tengo claro lo que no quiero, y es que no quiero una
relación sin sorpresas, sin ganas de vernos y tocarnos, sin sentimientos, sin
besos en la espalda. No quiero una relación sencilla, quiero que te enfades
conmigo pero que me perdones cuando tengas ganas de besarme. Que me grites,
pero solo para decir que me quieres. Quiero que me hagas de rabiar, que me
desilusiones para luego volverme a ilusionar. Que me muerdas pero me beses
después. No quiero noches de bodas, quiero noches de batallas.
Espero poder leerte esto algún día, y espero que te lo lea
porque hayas dicho que sí.