Quizás no fuese el
momento, ni las ganas, ni, tal vez, la solución… Tras las largas esperas, las
sonrisas a medias, el pintauñas deshecho, los largos tragos; no era el momento,
no había ganas, no era la solución…
Ninguno de los presentes
dijo nada, todos asistieron al funeral de sentimientos, al entierro de
esperanzas. Ninguno fue capaz de mirar a los ojos a su compañero de enfrente.
Uno tragó el humo de su cigarro que empezaba a quemarle los dedos; otro
simplemente se apartó el pelo de los ojos. Un tercero chasqueó la lengua.
Todos tenían la mirada
vacía, una mirada cargada de dudas, de culpabilidad. Pero ninguno de los presentes dijo nada. No era el
momento, ni las ganas, ni, tal vez, la solución…
El momento ya había sido,
ya había estado allí, y ninguno había estado presente. Las ganas se las había
llevado el momento con su visita. Y la solución estaba por llegar, pero tampoco
estarían presentes.
Uno de ellos decidió
salir por la puerta; una puerta que nunca más se volvería a abrir. Aun así, de
vez en cuando, por el hueco de la cerradura entraban pequeños destellos del
pasado.
Otro de ellos, escapó por
la ventana; una ventana que siempre estaría abierta, que alimentaría las
esperanzas futuras del único individuo que se quedó en la sala, presente.
Este, sentado en una silla
de mimbre, esperó algo que nunca llegó. Y en el último suspiro, se dio cuenta; El
momento siempre había estado mirándole desde el espejo, desafiante aunque
silencioso; diciéndole “eres tú el que ahí sentado, está dejando escapar el
momento”.
0 comentarios:
Publicar un comentario