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martes, 10 de febrero de 2015

La luz de candela.- Mónica Carrillo

3.

He vuelto a fumar. Después de siete años, anoche me encendí un cigarrillo y supe que me había vuelto a enganchar. Esa calada no era igual que la que das con la euforia del momento en una noche de copas o en una boda. Fue premeditado. Lo busqué. Esta vez bajé a la calle, me compré un paquete y me encendí, de nuevo, mi primer cigarro.

Y ahora, estoy aquí, fumándome otro, y mirando la cajetilla. Últimamente los paquetes de tabaco traen unas fotos horribles. En otros tiempos te advertían y listo. Ahora te estampan en la cara un “Fumar mata” y te lo ilustran con una garganta abierta en canal. Prefería la fórmula aquella más sibilina de “Fumar perjudica seriamente a la salud”. Me recordaba al chiste de “Alguien ha matado a alguien”.


Lo que me fastidia es que estas cosas nos las advirtieran únicamente a los fumadores. Claro que fumar mata, y sobre todo mata vivir. El cien por cien de los muertos cuando fallecen, estaban vivos. Luego se confirma: vivir conlleva sus riesgos e incluso te puede acarrear la muerte.
Tú deberías haber llegado a mí con un enorme cartel, como los de esos vendedores de oro de la Puerta del Sol. Un gran cartón colgado de tus hombros en el que me advirtieran a mí y al resto de la humanidad: “Enamorarse de mí perjudica seriamente la salud”.

Lo complicado de todo esto es que, como buen enganche, la parte adictiva tira mucho. Y tú a mí ya me habían enganchado.

Llegabas sin avisar. Y yo nunca decía que no. Nunca.


Me enganché a ti como un bebé al pecho de su madre. Como si mi vida dependiera de la tuya. Tanto es así que dejé de vivir la mía para convertirte a ti en mi protagonista. Y planeaba mis días en función de nuestras citas y, sin darme cuenta, comencé a esperarte en los días en los que no nos veíamos. Un encierro voluntario pero muy tóxico para la salud. Como tú.


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