No sé qué pretendes con esa sonrisa marcada por espuma de
esa cerveza fría con la que has brindado con mi caña con limón. No sé si
quieres que confíe en ti o qué desconfíe de tus palabras. Primero me abrazas, y
luego me pellizcas la espalda.
Intento leer el idioma de tus ojos, que cada vez son más
pequeños. No sé si por la cerveza o por el calor del momento. Estudio tus
manos, finas pero fuertes, que recorren tu barba y después buscan el aire para
hacerlo bailar entre tus dedos.
Y es que yo ya no sé qué hacer… ¿Y si me quedo? ¿A seguir
andando por este camino extraño, lleno de luces y sombras, que no sé si acabará
en algún claro o me llevará a un acantilado? ¿Y si me voy? ¿Recojo mi bolso del
suelo, te mando un beso al aire y cruzo la puerta con una lágrima de maleta?
Y ahí está, acabas de volver a sonreír... Y le doy un trago largo a mi caña…
Sonrió, y decido quedarme en la entrada, para ver disfrazarte de lobo o de
oveja.
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