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domingo, 14 de diciembre de 2014

Una vez, érase...

Y cuando ese día despertó, Wendy se dio cuenta de que su camisón ya no era tan infantil como Peter Pan había deseado. Que las hadas se convierten en lágrimas por no tener el poder de conceder deseos, y que los polvos mágicos solo funcionan con sonrisas que hacen volar.

Y llamó a Caperucita Roja para contárselo; y ésta le dijo que su lobo feroz se había convertido en el amor de su vida. Que sabía que esa relación no era posible, que era tóxica, pero que no podía evitar salir al bosque en su búsqueda cada noche. Y que había cambiado su capa roja, por unos tacones de 12 centímetros.


También, Caperucita le contó a Wendy que Bella Durmiente había dejado plantado al Príncipe Azul, y se había ido a estudiar economía; que nadie había entendido ese arrebato de Bella, pero que ella cerró la puerta con fuerza y con una sonrisa como equipaje.
Wendy no entendía que no habían entendido, pero recordó que Ariel y su marido, habían renunciado al trono y habían desaparecido con un folio en blanco y un lapicero naranja para dibujar el mapa del tesoro que iban a encontrar, sin decirle a nadie donde iban, ni si volverían.

Entre tanto, las brujas de cada cuento, habían elaborado un estatuto legal que defendía sus derechos, y ahora estaban de papeleos para legalizar su sindicato. La introducción de ese estatuto del mal citaba: “Nosotras, las brujas, no somos malvadas por naturaleza, son las princesitas refinadas las que nos hacen enfadar; sin arrugas, ni puntas abiertas; sin un mal michelín, y comiendo manzanas todo el día.”

Por cierto, Blancanieves y Cenicienta alquilaron un piso céntrico en la ciudad y se pusieron a trabajar. Y con su primer sueldo, contrataron a los Siete Enanitos para que fueran sus criados a media jornada: cocinero, mayordomo, lavandero, amo de llaves, señor de la limpieza, chico de los recados y chófer.


Y es que, Wendy recordó con dulzura que sus largas tardes jugando y pensando en su futuro, un futuro de princesa, y se dio cuenta que su futuro empieza en un minuto, y que los vestidos largos son muy incómodos para participar en la intensa carrera con obstáculos llamada vida.


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